Figuras retóricas o literarias

[Amplísimo documento teórico que contempla las figuras literarias con ejemplos]
Útil y necesario para el COMENTARIO DE TEXTO LITERARIO


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DEFINICIÓN
Entendemos por figura retórica toda modificación del uso nor­mal y corriente del lenguaje; para que dicha modificación se considere realmente como una figura retórica debe obedecer al propósito de alcanzar una expresión innovadora y atra­yente. Las figuras aparecen, sobre todo, en el ám­bi­to del lenguaje literario, lo cual no significa que sólo podamos encon­trarlas en él. Tanto en el uso cotidiano como en los distintos lenguajes especializa­dos es posible hallar un inventario rico y variado de figuras; al­gunas de ellas se uti­lizan casi inconsciente­mente; otras son deliberadas, y responden a los más diversos propósitos: la persuasión (en el mun­do de la publicidad), la necesi­dad de captar rápidamente la atención del lector y de saber mantener­la (en el periodismo), el afán de crear un efecto estético (en la literatura), etc.
El término retórica procede del latín rhetorica, el cual, a su vez, procede de una palabra griega que significa «el arte de la elocuencia», es decir, el arte de hablar bien en público y de convencer a la audiencia. Para cumplir este propósito, el rhetor, es decir, el orador, debía cono­cer y em­plear correctamente una serie de recursos que, en su mayor parte, coinciden con lo que actualmente denominamos figuras. En su aplicación contem­poránea al terreno de la literatura la retórica se ocupa de estudiar aquellos recursos expresivos que permiten al escritor conseguir los fines que en cada caso se proponga, y que pueden ser muy diversos: persua­dir, enseñar, entretener, emo­cionar, crear belleza, etc.


A la hora de analizar una determinada figura retórica no basta con identifi­carla, sino que es preciso valorar y explicar la importan­cia y significa­ción que dicha figura alcanza en un texto concreto. El objetivo que tenemos que perseguir no es, no debe ser, la confección de una lista o inventario in­conexo y deslavazado de recursos retóricos, sino la ad­quisición de la capaci­dad para determinar en cada caso el significado de una figura, es decir, para explicar qué función desempeña o qué efecto artístico produce, y por qué ha sido utilizada por el au­tor. Debemos tener en cuenta también ciertas normas de sen­tido común: en primer lugar, señalar aquello que es importante y no lo que es accesorio e insignificante; no hay que obsesio­narse con la identifica­ción de aquellas figuras que en cada caso se conocen mejor, porque tal actitud sólo conduce a la aparición de erro­res mayúsculos. Ocu­rre también con mucha frecuencia que en un mismo fragmento (sintagma, oración o verso) coinciden dos, tres, cuatro e incluso más figuras a un mismo tiempo; ser capaz de indicarlas todas es prueba de madurez y sensi­bilidad, pues el texto lite­ra­rio es un conjunto dotado de múltiples sentidos y trabajado con esmero por el autor. Por último, téngase en cuenta que, aunque las definiciones estrictas y "aca­démicas" de las figuras no importan tanto como su identificación y análisis, el alumno está obligado a conocer la terminología y a aplicarla con acierto.
Para un mejor entendimiento y aprendizaje de la gran variedad de figuras existente, podemos clasificarlas según ciertas categorías: figuras de posi­ción, de repetición, de amplifica­ción, de omisión y de apelación. Un grupo aparte lo consti­tuyen los tropos, cuyo rasgo característico es, frente al resto de fi­guras, la aparición de cambios de significado en los elementos lingüísticos empleados.


CLASES DE FIGURAS RETÓRICAS
1. FIGURAS DE POSICIÓN.
El criterio que distingue estas figuras es el cambio o la ruptura del orden normal de los elementos que componen una oración. Hay que ser especialmente cuidadoso a la hora de identificar este tipo de figuras, ya que en castellano el orden de las palabras es muy flexible, y admite muchas combinaciones que a menudo tienen muy escasa ‑o ninguna‑ relevancia expresiva (tan correcto es decir "Juan juega con sus amigos en el parque" como "En el parque juega Juan con sus amigos" o "Con sus amigos en el parque juega Juan"). Se dis­tin­guen dos grupos de figuras de posición.
1.1. POR RUPTURA DEL ORDEN REGULAR
DE LOS ELEMENTOS DE LA ORACIÓN.
1.1.1. Anástrofe: consiste en la inversión en contacto de dos elementos sucesivos de la oración, que pueden ser sujeto y predicado, verbo y complemento, sustantivo y atributo. Hay que tener en cuenta que en castellano la posición de las palabras es muy libre, y por tanto deberemos ser cuidadosos con la identificación de esta figura; por otro lado, en muchos casos apenas se distingue del hipérbaton (en realidad, no sería erró­neo considerar la anástrofe como una mera variedad del hipérbaton).
Era del año la estación florida
(Luis de Góngora. El orden normal sería "Era la estación florida del año". El su­jeto y su comple­mento determi­nativo han variado sus posiciones res­pectivas)
Colgate el mal aliento combate
(anuncio de dentífrico; en este caso se ha va­riado el orden -objeto directo+verbo en vez de verbo+objeto directo‑ para favorecer el sonso­nete publi­citario).
1.1.2. Hipérbaton (el plural es hipérbatos): consiste en la separación de dos elementos sin­tácticamente unidos mediante la intercalando un elemento ajeno de una o más palabras, que normalmente no corresponde a esa posición. Debido a la libertad de posición en castellano tendremos que tener cuidado al seña­lar esta figura; en todo caso, el hipérbaton será tanto más claro cuanto más fuerce el orden habi­tual.
Quien quisiere ser culto en sólo un día
la jeri (aprenderá) gonza siguiente...
(Francisco de Quevedo)
Inés, tus bellos, ya me matan, ojos,
y al alma, roban pensamientos, mía,
desde aquel triste, en que te vieron, día,
con tan crueles, por tu causa, enojos
(Lope de Vega)


Una variante del hipérbaton es la tmesis, que consiste en la separación de una palabra mediante intercalación de otros elementos sintác­ticos, que se introducen entre las dos partes de la palabra. El primer ejem­plo de hipérbaton (Quevedo) es también un ejemplo de tmesis.
1.1.3. Mixtura verborum: se produce cuando la acumulación de anástrofes e hipérbatos es tal que aparece un auténtico caos sintáctico.
De este, pues, formidable de la tierra
bostezo, el melancólico vacío
a Polifemo, horror de aquella sierra,
bárbara choza es, albergue umbrío,
y redil espacioso donde encierra
cuanto las cumbres ásperas, cabrío,
de los montes esconde: copia bella
que un silbo y un peñasco sella
(Luis de Góngora)
1.1.4. Hipálage o enálage: es una figura gramatical apoyada en el cambio funcional de una parte del discurso por otra; se aplica especialmente al cambio de posición de un adjetivo, cuando éste refiere grama­ti­calmente, en vez de al sustantivo al que debía ligarse semánticamente, a otro sustantivo del contexto.
Yo fatigo sin rumbo los confines
de esa alta y honda biblioteca ciega
(Jorge Luis Borges; el adjetivo ciega, que es aquí adyacente de biblioteca, se refiere en realidad al propio protagonista de los versos, al escritor argentino Borges, ciego en su madurez)
1.2. POR INSISTENCIA EN EL ORDEN REGULAR
DE LOS ELEMENTOS DE LA ORACIÓN.
1.2.1. Paralelismo o isocolon: consiste en la iden­tidad o semejanza de construcción entre dos o más unidades sintácticas (sintagmas, ora­ciones) o métricas (versos). Es muy habitual que el parale­lismo coincida con la aparición de figuras de repetición tales como la anáfora, la epífora, etc.
a sus suspiros, sorda,
a sus ruegos, terrible,
a sus promesas, roca
(Tirso de Molina)
Variedades del paralelismo son la bimembración o dicolon, la trimembración o tricolon o la plurimembra­ción o pluricolon; consisten en la repetición de una misma estructura sintáctica dos, tres o más veces. Pueden adoptar muy diversas formas y coincidir con otras muchas figuras; asimismo, pueden afectar a palabras, sintag­mas u oraciones enteras.
Me dijo que no me preocupara, que todo se solucionaría (bimembración)


Susana tenía un cabello espeso, ondulado, precioso (trimembración)
Lo perseguimos con denuedo por los roquedos, por los peñascales, por los bosques, por los ríos y los arroyos, por los secarrales y los desiertos (plurimembración)
1.2.2. Quiasmo: los elementos de la oración se colocan en posición cruzada, a menudo para expresar conceptos antitéticos. Los elementos que constituyen esta figura adoptan una disposición simétrica. El quiasmo se puede producir dentro de una única oración, pero también como una figura que afecta a dos o más oraciones.
quitan gusto y celos dan
(Tirso de Molina; verbo-OD / OD-verbo)
cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos
(Luis de Góngora; nombre A-nombre B / nombre B-nombre A)
o púrpura nevada o nieve roja (Luis de Góngora; el quiasmo no depende de la posición de las palabras, sino del sentido de éstas, que establece un claro contraste: rojo-blanco / blanco-rojo)
1.2.3. Correlación diseminativa recolectiva: se trata de un tipo específico de paralelismo, muy carac­terístico de los escritores del Barroco, que consiste en la aparición de una serie de elementos repartidos a lo largo de un texto (normalmente un poema), los cuales vuelven a surgir al final de la composición, normalmen­te agrupados en uno o varios versos.
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o en víola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente,
en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada.
(Luis de Góngora; como puede observar­se, los elementos repartidos en los dos cuartetos se "recogen" en el primer terceto)


2. FIGURAS DE REPETICIÓN O ITERACIÓN.
Las figuras comprendidas dentro de esta categoría se distinguen porque están constituidas por la repetición ‑o iteración‑ de un elemento (fonema, palabra, sintagma u oración) en el curso del texto. Se distinguen dos grupos de figuras de repetición:
2.1. POR REPETICIÓN DE ELEMENTOS IDÉNTICOS.
2.1.1. Geminación o epizeusis: consiste en la repetición en contacto de una palabra o grupo de palabras al principio, en el interior o al final de un enunciado.
Abenámar, Abenámar, ¡Fuego, fuego, zagales, agua, agua!
moro de la morería (Tirso de Molina)
(Romance de Abenámar)
Si la repetición es de una sola palabra se denomina, con más precisión, reduplicación (primer ejemplo); si el término repetido sirve para unir dos elementos de la frase, se llama conduplica­ción:
Te voy a hacer un regalo, un regalo que no te puedes ni imaginar
Si lo que se repite es una palabra o grupo de palabras a fin de reforzar la idea que se pretende expresar, la figura se denomina epanalepsis.
En las condiciones actuales de nuestra economía ‑y subrayo "en las condiciones actuales"‑ el crecimiento del paro es inevitable
2.1.2. Anadiplosa o anadiplosis: consiste en la repetición del elemento final de un grupo de pala­bras (sintagma, oración o verso), al principio del grupo siguiente. En realidad, esta figura es también una variedad de geminación.
ideas sin palabras ¡Mueran tiranos traidores!
palabras sin sentido ¡Traidores tiranos mueran!
(Gustavo Adolfo Bécquer) (Lope de Vega; en este caso, la anadiplosa
se encuentra dentro de un quiasmo)
2.1.3. Concatenación: se trata de la sucesión, encadenamiento o continuación progresiva de dos o más anadiplosas.
Trescientos Canetes eran
de este rebato la causa,
que los rayos de la Luna
descubrieron sus adargas;
las adargas avisaron
a las mudas atalayas,
las atalayas los fuegos,
los fuegos a las campanas


(Luis de Góngora)
Y desventurados de los que por ostentación quie­ren tirar la barra con los más podero­sos: el gana­pán como el oficial, el oficial como el mer­cader, el mercader como el caballero, el caballe­ro como el titulado, el titulado como el grande, el grande co­mo el rey, todos para entro­nizarse. (Mateo Alemán)
2.1.4. Epanadiplosa, epanadiplosis, epanástrofe o redición: los elementos repetidos se colocan al principio y al final de una unidad sintáctica o métrica, formando un marco.
Dicen que me case yo ¡Qué alegría, en el campo, qué alegría!
no quiero marido, no (Rafael Morales)
(Gil Vicente)
2.1.5. Anáfora o repetición: los elementos repetidos se colocan al principio de dos o más unidades sintácticas o métricas seguidas.
Salid fuera sin duelo, Cuéntale tú, Antonia, cuén­tale
salid sin duelo, lágrimas corriendo tú, Loren­cina
(Garcilaso de la Vega) (Ramón del Valle-Inclán)
2.1.6. Epífora, epístrofe o conversión: los elementos repetidos se colocan al final de dos o más unidades sintác­ticas o métricas seguidas.
Parece que los gitanos nacieron en el mundo pa­ra ladrones: nacieron de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y fi­nalmen­te salen con ser ladrones corrientes y mo­lientes a todo ruedo. (Miguel de Cervantes)
2.1.7. Complexión: resulta de la combina­ción simultánea de anáfora y epífora. La repeti­ción se efectúa tanto al principio como al final de dos unidades sintácticas o métricas seguidas.
El mar. La mar.
El mar. Sólo la mar
(Rafael Alberti)
2.1.8. Diseminación: se caracteriza por la repetición de la misma palabra o de sinónimos dentro de un contexto más amplio y sin seguir un orden preestablecido.
Lindo con tu silencio, en la hora fría
en que todo está dicho. Palpo ciego
tu encontrado silencio. Parto y llego
de silencio a silencio, día a día.
(Rafael Guillén)


2.1.9. Retruécano o conmutación: en esta figura se repiten varias palabras o la oración entera, in­virtiéndose el orden de los términos de modo que el sentido del sintagma o de la oración se vuelva del revés y se produzca la significación contraria. Es una de las muchas variedades del juego de palabras.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
(Francisco de Quevedo)
2.1.10. Polisíndeton: es un tipo específi­co de anáfora, puesto que consiste en la unión de elementos (sintagmas, oraciones) mediante la misma conjunción (habitualmente la conjunción copulativa y, aun­que no siem­pre). En realidad, el polisíndeton es tanto una figura retórica como una estructura sintáctica ‑una forma de coordinación de proposiciones‑, que puede no tener una significación estilística especial; por tanto, cuando se identifique como figura será necesario seña­lar su valor expresivo.
Hay un palacio y un río y ven, que quiero matar o amar o morir o
un lago y un puente viejo, /darte todo
y fuentes con musgo y hierba (Vicente Aleixandre)
alta y silencio... un silencio
(Juan Ramón Jiménez)
2.1.11. Aliteración o asonancia: consiste en la repetición de un sonido o grupo de sonidos con un fin expresivo determinado. Debe tenerse mucho cuidado a la hora de señalar esta figura, pues es inevitable repetir sonidos dado que sólo existen veinticuatro fonemas en castellano. Cuando identifiquemos una aliteración ten­dremos siempre que señalar qué función expresiva desem­peña. Por ejemplo, en una frase como "el ronco rugir del reactor" parece claro que la repetición del fonema vibrante r refuerza la representación sensorial que el lector se hace al leerla.
con el ala aleve del leve abanico
(Rubén Darío; la repetición de la l produce una impresión de jugueteo, de vibración ligera y sutil)
un no sé qué que quedan balbuciendo
(San Juan de la Cruz; la repetición de la sílaba que refuerza la impresión de un habla entrecortada)
Muy próxima a la aliteración, hasta el punto de que en muchas ocasiones se confunde con ella, se halla otra figura retórica, la armonía imitativa, que consiste en una cierta ordenación de las palabras en la frase o el verso de tal manera que recuerden un sonido natural o que creen, apoyándose en la costumbre lingüística del autor y el receptor, una determinada impresión sonora.
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba
(Garcilaso de la Vega; en este ejemplo, hay una clara semejanza entre el sonido sibilante de la "s" y el rumor de las abejas evocado por los dos versos. La aliteración y el efecto de armo­nía imitativa producen una sensación de sosiego, de paz y tranquilidad)


Dentro de la armonía imitativa hay que distinguir su forma más sencilla, que es la onomatope­ya, figura en la cual la palabra o expresión reproduce claramente un sonido natural.
y un cantarillo de barro
‑glú, glú‑ que nadie se lleva
(Antonio Machado)
Otra figura relacionada con la aliteración se produce cuando el autor juega con el puro sonido de las palabras, sin que éstas signifiquen nada por sí mismas; en este caso, la figura se denomina jitanjáfora.
Viernes vírgula virgen
enano verde
verdularia cantárida
erre con erre
(Mariano Brull)
Una forma particular de la aliteración es la cacofonía o disonancia, repetición de sonidos que produce un efecto desagradable o de difícil articulación. A veces puede tener efectos imitativos, irónicos, paródicos o expresionistas.
La chulapona del chal, con chalanería: pues a mí un jifero jarifo me enjaretó un jabeque a­quí en la jeta y luego allí sobre los jaramagos me rajó en seco de una jiferada de jabalí. ¡Yo la jifa y él el jifero! (Julián Ríos)
2.1.12. Similicadencia: se basa en la utilización de dos o más palabras con el mismo accidente gramatical (tiempo y persona, caso, número, género), lo cual produce un efecto rítmico.
De carne nacemos, en carne vivimos, en la carne moriremos
(Fray Antonio de Guevara)
Con asombro de mirarte,
con admiración de oírte,
ni qué pueda preguntarte
(Pedro Calderón de la Barca)
2.1.13. Palindromía: en esta figura no se repiten las oraciones, los sintagmas, las palabras ni siquie­ra los sonidos, sino las letras, de tal modo que el texto (el palíndromo) se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda.
Dábale arroz a la zorra el abad
Somos nada, ya ve, o lodo o dolo, Eva y Adán somos (Julián Ríos)


2.2. POR REPETICIÓN DE ELEMENTOS DE SEMEJANZA RELAJADA.
2.2.1. Modificación de parte de la palabra.
2.2.1.1. Paronomasia: consiste en la repe­ti­ción de una palabra, pero con alguna leve dife­rencia. Esta ligera modificación fonética origina un cambio sorprendente del significado. Se trata, por tanto, de uno de los recursos posibles en los juegos de palabras.
Le puso el piso en que posa Bombones Trapa
y ya sin comer se pasa ¡Caiga en la trampa!
hondo hastío; no es la casa (anuncio de bombones TRAPA)
lo que quiso... es otra cosa.
Le puso el piso en que pasa
hondo hastío; donde posa ... mariposa
sin coser; es otra cosa; rosa y blanca, velada con un velo.
no lo que quiso; no casa. Volada para siempre de mi rosa
Presa del piso sin prisa, (Blas de Otero)
pasa una vida de prosa.
(Miguel de Unamuno)
2.2.1.2. Polípote o políptoton: consiste en emplear una misma palabra en un enunciado breve en distin­tas funciones y formas. El polípote se basa en las variaciones flexivas de género, núme­ro y caso (categoría nominal) y persona, número, tiempo y modo (en la categoría verbal) de las palabras.
¡Vive Dios, que la he de ver! No me tienes que dar porque te quiera,
Veréis la mayor belleza pues aunque lo que espero no esperara,
que los ojos del rey ven lo mismo que te quiero te quisiera.
(Tirso de Molina) (Anónimo sevillano)
2.2.1.3. Derivación, figura etimológica o annonimatio: la palabra repetida se distingue por el hecho de mantener la raíz etimológica de su antecedente. Es una figura muy parecida al polípote, y de aquí que suelan confun­dirse. Esta figura recibe su nombre del procedimiento de formación de palabras cono­cido como derivación (utilización de prefijos y sufijos).
Embajador del rey soy Rosa rosada y divina como una rósea
de él os traigo una embajada ilusión
(Tirso de Molina) (Fernan­do de Rojas)
Jorge Luis Borges sabe poco de tangos e ignora su ignorancia, actitud usual entre ignoran­tes
(Camilo José Cela)
2.2.2. Modificación de la totalidad de la palabra.


2.2.2.1. Sinonimia: se produce esta figura cuando se expresa un mismo significado mediante distintos significantes que aparecen a lo largo del texto. La figura puede comprender una sola palabra (primer ejem­plo), pero también sintagmas (segundo) u oraciones completas (tercero). Es muy habitual que las palabras o expre­siones sinónimas aparezcan en una escala ascendente o descendente de intensidad, dependiendo del efecto que en cada caso se pretenda destacar, con lo cual esta figura está asociada en muchas ocasiones a la gradación.
En cárceles de espacio, aéreas llaves Pescadora, muchos males
te me encierran, recluyen, roban y falta de muchos bie­nes
(Gerardo Diego) (Tirso de Molina)
Ya me reposa el coraçón, ya descansa mi pensamiento, ya reciben las venas é recobran su perdi­da sangre, ya he perdido temor, ya tengo alegría. (Fernando de Rojas)
Una variedad de la sinonimia (o combinación entre ésta y la antítesis) es la paradiástole, figura en la cual se reúnen palabras de significado semejante, pero mediante una estructura que opone sus significados.
Fue constante sin tenacidad, humilde sin bajeza, intrépido sin temeridad (Capmany)
2.2.2.2. Gradación: consiste en la repetición de elementos (palabras, sintagmas u oraciones), o bien sinónimos o bien de significados claramente relacionables entre sí; dichos significados están dispuestos en una escala ascendente o descendente. Cuando la gradación es ascendente, suele denominarse clímax; cuando es descendente, anticlímax.
allí los ríos caudales, Vite, adoréte, abraséme
allí los otros medianos tanto, que tu amor me anima
e más chicos a que contigo me case
(Jorge Manrique) (Tirso de Molina)
2.2.2.3. Pleonasmo, tautología o redundancia: se trata de una repeti­ción del contenido que resulta superflua o redun­dante desde el punto de vista informativo, si bien puede aumentar la expresividad del texto.
Ya ejecuté, gran señor Temprano madrugó la madrugada
Tu justicia justa y recta temprano estás rodando por el suelo
(Tirso de Molina) (Miguel Hernández)
2.2.3. Modificación del significado de la palabra.
2.2.3.1. Diáfora: se produce al usar dos o más veces la misma palabra, pero con diferen­te significa­do o con distinto matiz. Es una variedad del juego de palabras.
- ¿Usted no nada nada?
- Es que no traje traje.
(chiste popular)
Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos,


y tahures muy desnudos
con dados ganan condados...
(Luis de Góngora; en este caso, las palabras cruzados, escudos y ducados significan en primer lugar monedas, y cuando se repiten designan títu­los nobilia­rios. En esta letrilla Góngora critica a quie­nes compran títulos nobiliarios con dinero, aunque no los merezcan)
Un tipo particular de esta figura es la antanáclasis o reflexio, que se produce dentro de un diálo­go, en aquellos casos en que uno de los interlocutores desfigura o confunde un término utilizado pre­viamente por el otro, con lo cual aparece un juego de palabras. Véase un conocido chiste como ejemplo de esta figura:
Le dice un mariquita a otro: "¿y a ti cómo te gusta tomar el consomé?". El otro responde: "pues a mí me gusta tomarlo con un huevo dentro". Y el primero, maliciosamen­te, replica a su vez: "¡ay, chi­co!, vaya postura más difícil para tomar el consomé".
(En este caso, el juego de palabras está basado implícitamente en el doble significado de la palabra huevo: 'producto de las gallinas', por un lado, y 'testículo', por otro)
2.2.3.2. Dilogía: consiste en el uso de la misma palabra o expresión con un doble sentido dentro de un mismo enunciado. Es una figura muy próxima a la diáfora, hasta el punto de que muchos tratadistas no consideran que haya que distinguir las dos figuras (de hecho, el ejemplo de antanáclasis que hemos citado arriba es también un caso de dilogía).
Pepsi Cola en latas; esta lata trae mucha cola
(En este ejemplo, la palabra cola tiene dos sentidos: en primer lugar, hace referencia a la bebida; en segundo lugar, la expresión traer cola significa 'causar impacto', 'dar que ha­blar', porque se supone que las latas de esta bebida van a causar sensación)
2.2.3.3. Calambur o calembour: es un juego de palabras que tiene lugar cuando el reagrupa­miento y redistribución de una o más palabras produce un sentido distinto en el texto. Es un recurso muy utilizado en los chistes por sus indudables efectos humorísticos. En algunas ocasiones se utiliza conjuntamente el términos equívoco para denominar tanto al calambur como a la dilogía.
Oro parece, plata no es En este banco están sentados un padre y su hijo.
¿Qué es? (el plátano) El padre se llama Juan; el hijo ya te lo he dicho
(Esteban)
Si el Rey no muere, Mi muy adorada PaK
el reino muere he notado varias BCC
(Alonso de Ledesma) que no me miras amanT
y hablas sin cesar con PP
(Ramiro Mestre)
SOGTULAPDT
(‘Ese ojete huele a pedete’; texto de una camiseta del catálogo musical DISCOPLAY)


3. FIGURAS DE AMPLIFICACIÓN.
Las figuras que pertenecen a esta categoría comparten como rasgo común la expresión de­tallada y por­me­nori­zada de ideas o conceptos que normal­mente se expresarían de manera más concisa y resumida. Se trata, por tanto, del desa­rrollo extenso y minu­cioso de un tema, idea o argumento.
3.1. Enumeración: se trata de la división de un tema en sus partes, las cuales se expresan con detalle. Estos detalles van en contacto, ordenados mediante asíndeton o polisínde­ton.
Que no importan fuerzas, Cuando Roma es cloaca,
guardas, criados, murallas, mazmorra, calabozo,
fortalecidas almenas para amor, catacumba, cisterna,
que la de un niño albañal, inmundicias,
hasta los muros penetra ventanas rotas, grietas,
(Tirso de Molina) cornisas que se caen
(Rafael Alberti)
Una variedad muy común de la enumeración es la llamada enumeración caótica; en esta figura parece que los detalles son, considerados por separado, lógicamente inconexos, aunque finalmente resultan cohe­rentes ob­servados en su conjunto.
Perchas, peroles, pícaros, patatas,
aves, lechugas, plásticos, cazuelas,
camisas, pantalones, sacamuelas,
cosas baratas que no son baratas.
Frascati, perejil, ajos, corbatas,
langostinos, zapatos, hongos, telas,
liras que corren y con ellas vuelas,
atas mil veces y mil más desatas.
(Rafael Alberti)
También es muy frecuente, sobre todo en la poesía contemporánea, la llamada enumeración elíptica, que intenta dirigir la atención sobre los objetos, cargados de valor simbólico, y sobre todo relacionados con un eje común que el lector ha de identificar.
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,


limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
(Jorge Luis Borges)
3.2. Definición o evidencia: consiste en la indicación de detalles significativos y diferenciadores, mediante los cuales se define o delimita un concepto.
Gentilhombre, ¿sois de España?
Sí, Señora, y de una tierra
donde no se cría araña
ponzoñosa, ni se encierra
Grande, embuste ni maraña,
sino un limpio proceder,
y el cumplir y el prometer
es todo una misma cosa.
(Miguel de Cervantes. En este ejemplo, el perso­naje que habla define con variados detalles las virtudes de su patria chica)
3.3. Corrección o epanortosis: es una figura que consiste en volver sobre lo ya dicho para mati­zar la afirmación o para atenuarla, o incluso para contradecirla. Con frecuencia se utilizan fórmulas fi­jas, como "mejor dicho", "pero ¿qué digo?", etc.
La acción transcurre en un país oprimido y tenaz [...] Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o em­pezar el siglo XIX. (Jorge Luis Borges)
3.4. Dubitación: en esta figura el orador o el autor deja al público la posibilidad de elegir entre dos o más denominaciones distintas de la misma cosa o, en un plano más general, la duda acerca de la estruc­turación del discurso entero.
Di, ¿podré yo vivir
en esos otros climas
o futuros, o luces
que estás elaborando,
como su zumo el fruto
para mañana tuyo?
¿O seré sólo algo
que nació para un día
tuyo (mi día eterno)...?
Pedro Salinas. En este poema, el poeta manifies­ta sus dudas acerca de su relación con la amada, y las expresa a través de dos preguntas alterna­tivas)


3.5. Antítesis, contraste o contraposición: consiste en la contrapo­sición de dos ideas opuestas. Puede producirse en­tre pala­bras, sintagmas e incluso oraciones enteras. Es una de las figuras de amplifica­ción más comunes, y a menudo va aso­ciada a otras como el quiasmo, el oxímoron o la paradoja.
lealtad en el buen amigo, Así los bienes -muriendo
traición en el enemigo, y con sudor- se procuran
en la noche oscuridad y los das;
y en el día claridad los males vienen corriendo
(Tirso de Molina) después de venidos, duran
mucho más
(Jorge Manrique)
Una variedad muy importante de la antítesis es el oxímoron (el plural de esta palabra es oxímoros), figura en la cual se colocan en contacto palabras de sentido opuesto que parecen excluirse mutuamente, pero que en el contexto se convierten en com­patibles.
la noche sosegada ¡Oh desmayo dichoso!
en par de los levantes de la aurora ¡Oh muerte que das vida!
la música callada, ¡Oh dulce olvido!
la soledad sonora, (Fray Luis de León)
la cena que recrea y enamora
(San Juan de la Cruz)
El oxímoron está asociado muy a menudo con la paradoja, variedad especialmente intensa de la antítesis que consiste en afirmar algo en apa­rien­cia absurdo por chocar contra las ideas corrien­tes, adscritas al buen sentido, o a veces opuestas al propio enun­ciado en que se inscriben. En realidad se trata de un absurdo aparente que en el fondo esconde una verdad o un modo nuevo de ver la verdad. Se podría decir que la paradoja es algo así como una antítesis "superada" que hermana o refunde ideas contrarias en un mismo pensamiento que sorprende por su carácter inesperado e ingenioso. Además de los ejemplos anteriores de oxímoros (que también lo son de para­dojas), véanse los siguientes:
Vivo sin vivir en mí Sufro yo a tu costa,
y tan alta vida espero, Dios no existente, pues si Tú existieras
que muero porque no muero existiría yo también de veras
(Santa Teresa de Jesús) (Miguel de Unamuno)
3.6. Silogismo: es una figura lógica en la cual el enunciado adopta la forma de un razonamiento en el que pueden distinguirse tres partes: 1) la proposición o hipótesis que se desea probar; 2) las pruebas o premi­sas; 3) la conclusión.
Todos los días son días
no hay más que un día en el mundo
luego son todos los días
no más que uno


(Miguel de Unamuno)
3.7. Descripción: consiste en la presen­tación detallada de objetos, personas, lugares o tiempos, con el fin de que el lector o el espectador los vean con más claridad y se les hagan reales y evidentes. Según se trate de uno de los cuatro elementos citados, podemos distinguir cuatro tipos principales de descripción:
3.7.1. Pragmatografía: es la descripción de objetos y de acciones.
Baldomero parecía otro. En el escrito­rio canturriaba, y buscaba pretexto para salir, su­bir a la casa y decir una pala­brita a su mujer, cogiéndola en los pasillos o donde la en­contrase. También solía equivocarse al sentar una partida, y cuando firmaba la correspon­dencia daba a los rasgos de la tradicional rúbrica de la casa una amplitud de trazo verda­dera­mente grandiosa, terminando el rasgo final hacia arriba como una invocación de gratitud dirigida al cielo. (Benito Pérez Galdós)
3.7.2. Prosopografía: consiste en la descripción de las características físicas de una persona, o, con menos frecuencia, de un animal.
Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas é alçadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos é blancos; los labios colorados e grosezue­los; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez é forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figu­rar?... (Fernando de Rojas)
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. (Juan Ramón Jiménez)
Cercana a la prosopografía se encuentra la etopeya, que consiste en la descripción de las cualidades morales y espirituales de una persona. La fusión de prosopografía y etopeya se denomina retrato. Por otro lado, un retrato exagerado en sus rasgos, y de intención burlesca o satírica recibe el nombre de caricatura.
... entró a decir don Celedonio de Obeso, ateo declarado y republicano agresivo; en el fondo un pedazo de pan, un zoquete. (Ramón Pérez de Ayala)
Inmóvil y taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de guar­dia en la campa barcina del convento, parece una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo. (Ramón del Valle‑Inclán)
3.7.3. Topografía: consiste en la des­cripción de un lugar real. La descripción de un lugar idealiza­do (el tópico del locus amoenus, por ejemplo) se denomina topotesia.
Sobre el monte pelado Cerca del Tajo en soledad amena
con calvario. de verdes sauces hay una espesura
Agua clara toda de hiedra revestida y llena,
y olivos centenarios. que por el tronco va hasta la altura
Por las callejas y así la teje arriba y encadena


hombres embozados, qu'el sol no halla paso a la verdura;
y en las torres el agua baña el prado con sonido,
veletas girando. alegrando la hierba y el oído.
Girando eternamente. (Garcilaso de la Vega; topotesia)
¡Oh pueblo perdido,
en la Andalucía del llanto!
(Federico García Lorca; topografía)
3.7.4. Cronografía: es la descripción del tiempo, es decir, la acumulación de detalles que evocan y precisan un espacio temporal (un día, una estación del año, un momento del pasado, etc.).
Cuando yo era más joven
(bueno, en realidad, será mejor decir
muy joven)
algunos años antes
de conocernos
y
recién llegado a la ciudad,
a menudo pensaba en la vida.
Mi familia
era bastante rica y yo estudiante.
Mi infancia eran recuerdos de una casa
con escuela y despensa y llave en el ropero...
(Jaime Gil de Biedma)
3.8. Perífrasis, circunlocución o circunloquio: mediante esta figura se sustituye la denomina­ción inmediata por otra más amplia que se propone como medio para evitar aquélla. En términos más coloquiales podemos definir la perí­frasis como "dar un rodeo" para decir algo. Las razones para utilizar perífrasis son muy variadas: evitar expresiones tabúes o inapropiadas, evitar las repeticiones, etc.
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos
(Jorge Manrique; con esta perífrasis el autor se refiere a los pobres, los humildes)
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media Luna las armas de su frente,
y el sol todos los rayos de su pelo‑
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas...
(Luis de Góngora; el segundo verso hace alusión a Júpiter (quien se disfra­zó de toro para raptar a Euro­pa), pero sin nombrarlo directamente)


3.9. Alusión: puede considerarse como un tipo particular de perífrasis, en la cual se hace referen­cia a una persona o cosa conocida sin nombrarla. Más que una figura retórica se trata de un procedimiento litera­rio, comple­jo y a menudo muy en­riquecedor, pues exige la colaboración activa del lector en el entendimiento del texto. Por otro lado, este re­curso suele provocar numerosos problemas de comprensión, ya que sucede con frecuencia que ­la dis­tancia temporal o espacial del lector con respecto al texto dificulta o impide completa­mente el reconocimiento de las alusiones que éste contiene.
Aquél sólo me encomiendo, Y cuando llegue el día del último viaje
aquél sólo invoco yo y esté al partir la nave que nunca ha de
de verdad, tornar...
que en este mundo viviendo, (Antonio Machado; las imágenes del viaje
el mundo no conoció y de la nave hacen alusión a la muerte)
su deidad
(Jorge Manrique; el poeta alude en estos versos a Cristo)
3.10. Digresión o excurso: consiste en la ruptura de la coherencia de un texto temáticamente unitario mediante la intercalación de una unidad indepen­diente. El autor sale del tema que estaba tratando para poner un ejemplo, hacer alguna observación, reflexionar sobre los hechos, etc.
-¿Qué estación es ésta, tía? -preguntó.
Uno de los tres hombres del de­partamento le respondió antes que la mujer sentada frente a ella tuviera tiempo de contestar.
-¿Hay cantina?
-No señorita. En la próxima.
La joven hizo un mohín, que podía ser de disgusto o simplemente un reflejo de coquetería, porque inmediatamente sonrió al hombre que le había informado. La mujer mayor desaprobó la sonrisa lle­vándose la mano derecha a su ro­ja, casi cárdena pechuga, y su papada se redondeó al mismo tiem­po que sus labios se afinaban y entornaba los párpados de largas y pegoteadas pestañas.
-¿Tiene usted sed? ¿Quiere beber un traguillo de vino? -preguntó el hombre.
-Te sofocará -dijo la mujer ma­yor- y no te quitará la sed.
(Ignacio Aldecoa; el fragmento en cursiva constitu­ye una digresión dentro del diálogo, puesto que no con­tribuye a desarro­llarlo, sino a ofrecer una serie de notas que caracterizan a los personajes)
Una variedad de la digresión es la parábasis, en la cual el autor realiza una intrusión en el desarrollo de la obra, bien directamente, bien a través de juicios personales.
3.11. Comparación o símil: en esta figura se establece una relación entre dos elementos diversos, unidos mediante una partícula comparativa (como, tal, cual, igual que, etc.).
Como es verdad que en los vientos ¡Cuánta nota duerme en sus cuerdas
hay aves, en el mar peces, como el pájaro duerme en las ramas,
que participan a veces esperan­do la mano de nieve
de todos cuatro elementos; que sabe arrancarlas!
como en la gloria hay contentos, (Gustavo Adolfo Bécquer)


lealtad en el buen amigo,
traición en el enemigo,
en la noche oscuridad
y en el día claridad,
así es verdad lo que digo.
(Tirso de Molina)
3.12. Adjetivo y epíteto. El adjetivo es un adyacente del sustantivo, palabra a la cual modifica o precisa. La adjetivación es uno de los procedimientos estilísticos más frecuentes y enriquecedo­res debido a sus posibilidades descriptivas y caracterizadoras, y también uno de los que caracterizan con mayor precisión el estilo propio de cada escritor.
Suelen distinguirse dos clases de adjetivos de acuerdo con la relación significativa que mantienen con el sustantivo al que acompañan. En primer lugar, aquel adjetivo que precisa el significado del sustantivo y lo distingue de entre otros de su clase (adjetivo especificativo); en segundo lugar, aquel adjetivo cuyo significado está ya implícito de alguna forma en el del sustantivo, del cual ofrece notas complementarias o no esenciales, y que se denomina adjetivo explicativo o epíteto (verdes prados, sangre roja, cielo azul, agua cristalina, etc.). Con más precisión lo define Gonzalo Sobejano: "epíteto es el adjetivo calificativo atributi­vo no restrictivo, o, lo que es lo mismo, es epíteto aquel adjetivo morfo­lógi­camente tal que significa cualidad y se adjunta al sustantivo inmediata o mediatamente, pero sin nexo copulati­vo, para expresar aquella cualidad referida a una sustancia, sin necesidad lógica de expresarla".
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto (adjetivos especificativos)
con clara luz la tempestad serena. (epíte­to)
(Garcilaso de la Vega)
4. FIGURAS DE OMISIÓN.
La característica que define estas figuras es la ausencia de alguno de los elementos que normalmente forman la oración. Estas figuras persiguen la economía de medios, la brevedad o la concisión, con el fin de alcanzar un efecto expresi­vo determinado.
4.1. Elipsis: consiste en la omisión de uno o varios miembros de la oración, que se pueden completar a base del contexto. Es un fenómeno muy corriente en la lengua habitual, y también en la literatura.
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!
(Gustavo Adolfo Bécquer; se elide el verbo dar en los tres primeros versos)


4.2. Ceugma, zeugma o adjunción: se trata de la utilización de un elemento sintáctico común para varias unidades análogas de la oración (un verbo para varios sujetos, un adjetivo para varios sustantivos, etc.).
Veré las inmortales
columnas do la tierra está fundada,
las lindes y señales
con que a la mar hinchada
la Providencia tiene aprisionada
(Fray Luis de León; en este caso el verbo veré lleva tres complementos directos, columnas, lindes y señales)
4.3. Asíndeton o disyunción: consiste en la agrupación de elementos coordinados (palabras, sintagmas, oraciones) mediante pausas, es decir, sin conjun­ciones. Es el fenómeno contrario al polisínde­ton. El asíndeton se realiza a menudo en combina­ción con figuras como la gradación, la antítesis, el paralelismo, etc.
Tú eres pora todo, grado al Criador, ¡Fue­go, fuego, zagales, agua, agua!
por rogar al tu Fijo, tu Padre, tu Sen­nor ¡Amor, clemencia, que se abrasa el alma!
(Gonzalo de Berceo) (Tirso de Molina)
4.4. Reticencia o aposiopesis: consiste en interrumpir una idea o una serie de ideas, o dejar una frase sin acabar, señalándola con puntos suspensivos o a través de una fórmula adecuada.
Me siento apresado. Escucha, Elisa... Yo qué quieres que ha­ga... Por favor, tranquilíza­te... Me gustaría saber explicártelo... Yo qué quieres que le haga... (Ignacio Aldecoa)
5. FIGURAS DE APELACIÓN.
Estas figuras se relacionan con la función conativa o apelativa del lenguaje, en virtud de la cual el emisor de un mensaje -el autor del texto literario, en nuestro caso- apela, es decir, llama a su recep­tor (el lector u oyente), intentando conseguir de éste una actitud determinada. En algunas ocasiones puede ocu­rrir que sea el propio autor quien se dirige a sí mismo.
5.1. Pregunta o interrogación retórica: se trata de una interrogación que no precisa o de la que no se espera una respuesta, porque la pregunta ya contiene implí­citamente su contestación. Es una pregunta aparen­te que a menudo expresa los afectos del autor. Hay que distinguir esta figura de otra bastante parecida, el apóstrofe, figura en la cual la exclamación o pregunta va dirigida hacia alguien en concreto (persona, ser ani­ma­do o inanimado, real o figurado), cosa que no ocurre por lo general en la pregunta retórica.
¿Qué se hicieron las damas, ¿Será verdad que cuando toca el sueño
sus tocados e vestidos, con sus dedos de rosa nuestros ojos,
sus olores? de la cárcel que habita huye el espíritu
¿Qué se hicieron las llamas en su vuelo presuroso?
de los fuegos encendidos (Gustavo Adolfo Bécquer)


d'amadores?
(Jorge Manrique)
5.2. Exclamación: es una figura que expresa un sentimiento vehemente y apasionado del autor. Consiste en la modifica­ción de una oración mediante la entonación adecuada (preci­samente suelen ser los signos de admi­ra­ción los que indican dicha entonación) y frecuentemente mediante vocati­vos e interjecciones.
Amigo de sus amigos, ¡Oh riguroso empeño
¡qué señor para criados de la verdad! ¡Oh máscara del día!
y parientes! ¡Noche al fin, tenebrosa
¡Qué enemigo de enemigos! antípoda del sol, del sueño esposa!
¡Qué maestro d'esforçados (Tirso de Molina)
e valientes!
(Jorge Manrique)
5.3. Apóstrofe o invocación: el autor o el hablante se aparta de su público (real o ficticio) para dirigirse me­diante una pregunta o exclamación vehemente bien a su adversario en el discurso, a personas ausentes (mitoló­gicas, imaginarias, históricas, etc.) o incluso a cosas y conceptos abstractos. Cuando los seres que se invocan son inanimados o abstractos, el apóstrofe se aproxima a la personificación o prosopopeya.
Tú me levantas, tierra de Castilla, ¡Ay choza, vil instrumento
en la rugosa palma de tu mano, de mi deshonra y mi infamia!
al cielo que te enciende y te refresca, ¡Cueva de ladrones fiera,
al cielo, tu amo. que mis agravios ampara!
(Miguel de Unamuno; el autor se dirige (Tirso de Molina; el personaje -una
a una entidad inanimada, como es la mujer deshonrada por don Juan-
tierra castellana, para expresarle se dirige hacia la choza que ha
sus sentimientos) sido escenario de su desgracia)
5.4. Optación: consiste en la expresión de un deseo vehemente. Pueden distinguirse varios tipos, de acuerdo con el sentimiento que se expresa en esta figura.


5.4.1. Deprecación o súplica.
Dime tú lo que quiero
que no lo sé...
Despoja a mis ansiones de su velo...
Descúbreme mi mar,
Mar de lo eterno...
Dime quién soy... dime quién soy... que
vivo...
(Miguel de Unamuno)

5.4.2. Execración, o maldición dirigida contra uno mismo.
¡Cuán gritan esos malditos!
Pero ¡mal rayo me parta
si, en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!
(José Zorrilla)






5.4.3. Imprecación, o maldición dirigida contra otra persona.
Villanos te maten, rey,
villanos que non hidalgos
(Romancero)

5.4.4. Conminación o amenaza.
Goza tu juventud y tu hermosura
¡oh, sol!, que cuando el pavoroso día
llegue que el orbe estalle y se desprenda...
(José de Espronceda)


6. TROPOS.
En los tropos se produce un fenómeno característico: el término propio (es decir, aquél que designa la realidad a la que se refiere el autor) se sustituye por otro término que está alejado de su significación original. El cambio de significado es, por tanto, la clave que define los tropos en relación con el resto de figuras retóri­cas; tales cambios pueden ser muy variados, desde los muy leves y fácilmen­te perceptibles hasta otros muy complejos o muy alejados de la significación original. Los tropos son recursos muy importantes a la hora de incrementar la expresividad de un texto, debido a sus posibilidades imaginativas y a la riqueza de sugerencias que contienen.
6.1. Sinécdoque: consiste en la sustitu­ción de una expresión semánticamente más amplia por otra semá­n­ticamente más restringida o al revés. Dicho en otros términos, es un tropo basado en relaciones de contigüidad, de vecindad semántica entre el todo y sus partes. Se pueden distinguir tres tipos de sinécdo­que:
a) Mención de la parte por el todo (o viceversa):
Era un pueblo de tres mil almas (en vez de personas)
Tenía un rebaño de doscientas cabezas (en vez de animales, o reses)
Brillaban las lanzas entre el fragor de la batalla (en vez del metal de las lanzas)
Francia fue derrotada en la batalla de Pavía (en vez del ejército francés)
b) Mención del singular por el plural (o viceversa):
El español es valiente (en vez de los españoles)
El hombre es mortal (en vez de los hom­bres)
Me gustan los fines de semana (en vez del fin de semana)
A España le sirvieron de muy poco los oros de las Indias (en vez del oro)
c) Mención del género por la especie (o viceversa):
El noble bruto cayó pesadamente (en vez del caballo; este ejemplo también lo es de perífra­sis)
Los mortales nunca encuentran la paz sobre la Tierra (en vez de los hombres)
Es un desgraciado que no sabe ni ganarse el cocido (en vez de los alimentos)
No tengo un real (en vez de dinero)


Hay algunos tratadistas que distinguen otros tipos de sinécdoque, como la mención del continente por el contenido, de la materia por el objeto, de lo abstracto por lo concreto (y vicever­sa), etc. Sin embargo, estos últimos tipos no son propiamente sinécdoques, sino metonimias. El auténtico problema estriba en que a menudo resulta bastante difícil distinguir conceptualmente la metonimia de la sinéc­doque, puesto que ambas figuras literarias responden a cambios de sentido basados en relaciones de contigüidad semántica.
6.2. Antonomasia: es una variante muy frecuente de la sinécdoque, que se aplica a los nombres propios, tanto de persona como de cosa. En esta figura el nombre propio se sustituye por una perífrasis o un apelativo. Normalmente el fundamento de la antonomasia es una caracterís­tica del personaje o de la cosa, que llega a sus­tituir al nombre propio. Hay antonomasias muy conocidas: el Cordero de Dios (Cristo), la Casa Blanca (la sede de la Presidencia de los Estados Unidos), la Ciudad Luz (París), la tierra de las flores (Valen­cia), la ciudad condal (Barcelona), el manco de Lepanto (Cervantes), el azote de Dios (Atila), etc.
Hay una variante de la antonomasia ‑la anto­nomasia vossiana‑ en la cual se invierten los términos de la antonomasia normal; en vez de sustituir un nombre propio por una perífrasis o apelativo, se sustituye una cualidad par­ticu­lar por el nombre propio de una persona que encarna esa cualidad. Es una figura muy abundante, incluso en el lenguaje coloquial: ser una Agustina de Aragón significa comportarse como mujer valiente, fuer­te y decidi­da; ser un Sansón hace referencia a una fuerza física poco corriente; llamar a alguien Tenorio o Don Juan alude a sus dotes como seduc­tor o sinvergüenza; decir que una mujer es una Venus destaca su be­lle­za (lo mismo que hablar de un Apolo en el caso de los hombres); llamar a alguien un Judas implica motejarle de traidor e infame, etc.
6.3. Énfasis: consiste en una expresión que implica ocasionalmente una significación más amplia, más precisa o más profunda que la que tiene en su empleo habitual. Es una figura que se encuentra en estrecha de­pendencia de ciertos elementos del discurso, como el tono de voz, los gestos, las alusiones contextuales o extratextuales, etc., y que en muchas ocasiones puede contener matices irónicos, hiperbólicos, sentenciosos, etc.
¡Eso es un hombre, y no tú, cal­zonazos! (en este caso, la palabra hombre se tiñe de connota­ciones de determinación, virilidad, coraje o fuerza que le otorgan una signi­ficación espe­cial)
6.4. Litotes, lítote o atenuación: sustitución de una expresión por la negación de su contrario. También se ha definido como una ironía perifrástica por disimulación. Es una figura muy corriente en la lengua coloquial y normalmen­te obedece a una intención irónica. Decirle a alguien "No eres muy listo tú" es llamarle tonto; "no me parece que sea especial­mente modesto" significa que la persona aludida es orgullosa o fatua.
El aire se serena Al pie, dócil ya y muda,
y viste de hermosura y luz no usada del ileso extranjero,
(Fray Luis de León) la tierna y no mortífera metralla
de la silvestre, ruda,
mal fingida batalla,
(Rafael Alberti)


6.5. Hipérbole o exageración: consiste en la sustitución del término propio por otro que reba­sa semán­ticamente los límites de la verosimili­tud, es decir, por otro que resulta exagerado. La exager­ación puede con­sistir tanto en aumentar como en disminuir el objeto o la situa­ción. Es también una figura muy corriente en la lengua popular; por ejemplo, para resaltar que alguien es muy cegato decimos "no ve ni tres en un burro", o para desta­car que a alguien le dieron una gran paliza señala­mos que "le dieron hasta en el carné de identi­dad".
Con mi llorar las piedras enternecen Por una mirada, un mundo;
su natural dureza y la quebrantan; por una sonrisa, un cielo;
los árboles parece que se inclinan; por un beso... yo no sé
las aves que me escuchan, cuando can­tan, qué te diera por un beso
con diferente voz se condolecen, (Gustavo Adolfo Bécquer)
y mi morir cantando me adivinan
(Garcilaso de la Vega)
6.6. Metonimia: consiste en la sustitución de un término propio por otro que se encuentra con él en una relación real de contigüidad lógica o/y material. Esta relación puede indicar una conexión causal, tempo­ral, espacial, funcio­nal, etc. Podemos considerar las siguientes relaciones que dan lugar a metonimias:
a) Mención del efecto por la causa (o viceversa):
Ganarás el pan con el sudor de tu frente (en realidad, con el trabajo, que es causa del sudor)
Yo tengo mucho respeto a las canas (es decir, a la vejez que es causa de las canas)
Vive de su trabajo (en realidad, vive del dinero, que es efecto o consecuencia del trabajo)
Estos zapatos me están matando (los zapatos son la causa del dolor)
b) Mención del continente por el conteni­do:
Me comí todo el plato (lo que se come no es el plato ‑el continen­te‑, sino el alimento que hay en él)
El cla­us­tro ace­ptó la pro­pue­sta de los estudiantes (en vez de los profesores que integran el claustro)
c) Mención de lo concreto por lo abstracto (o vicever­sa):
El general traicionó su bandera (bandera es una metonimia que significa patria)
Juanito tiene buena estrella (la buena estrella designa una entidad abstracta, que es la suerte)
Venga a probarse la Primavera al Corte Inglés (se sustituye lo con­creto ‑la moda de primave­ra‑ por lo abstracto, la estación del año)
¡Qué atrevida es la ignorancia! (en esta frase, que se suele utili­zar para descalificar a un interlo­cutor, el sustantivo abstracto ig­norancia sustituye a ignorante)
d) Mención de la materia por el objeto que está constituido por ella:
Le cruzó la cara con un tajo del acero (en vez de la espada)
No me creo nada de lo que dicen los papeles (en vez de los periódicos)


e) Mención del instrumento por la persona que lo utiliza:
Los dos flautas desafinaban como bellacos (es decir, los dos músicos que tocaban la flauta)
Una pareja de tricornios me vigilaba todo el día (es decir, dos guardias civiles)
f) Mención del autor por la obra:
Ten­go un Goya colgado en el salón (en vez de un cuadro pintado por Goya)
Todos los días leo a Pío Baroja (en vez de los libros de Pío Baroja)
g) Mención del nombre de un lugar por los productos que en él se producen:
Me bebí un jerez (un vino producido en la zona de Jerez)
A mí me gusta mucho más el jijona que los demás turrones (el turrón recibe el nombre del lugar en que se produce)
h) Mención de lo físico por lo moral:
Es gente sin entrañas (faltos de compa­sión)
Perdió el seso completamente (la razón, el sentido)
i) Mención del signo por la cosa significa­da; en este caso, la metonimia da lugar a un símbo­lo:
La cruz triunfó sobre la media luna en Lepanto (las dos palabras representan, respectivamen­te, la Cristiandad y el Islam)
Es un acérrimo partidario de la hoz y el martillo (representación de la Unión Soviética y el comunismo)
6.7. Metáfora: sin lugar a dudas, el tropo más importante dentro de la lengua literaria. Ade­más, es una figura muy frecuente en todos los ámbitos del lenguaje, y un procedimiento muy rico de creación de nuevos sentidos en el lenguaje coloquial, aunque no nos demos cuenta de su existencia; expresiones como "arder de in­digna­ción", "subirse por las paredes de rabia", "ver la vida de color de rosa", "creer algo a pies juntillas", u objetos como "el ojo de la aguja", "los dientes de la llave", "la pata de la cama", etc., constituyen metáfo­ras lexica­lizadas o catacresis, es decir, metáforas que los hablantes ya no perciben como tales, aunque en origen fueron creaciones expresi­vas individuales.


Tradicionalmente se ha definido la metáfo­ra como una comparación implí­cita que prescin­de de la partícu­la comparativa; en vez de decir "Carmen es como una ser­piente" (comparación o símil), podemos decir "Carmen es una serpiente" (metáfora). Más modernamente, se han propuesto definiciones más adecuadas: en la metáfora aparece un significado traslaticio, es decir, un desplaza­miento de sentido que opera la sustitución del término propio por otro que guarda con el anterior una relación de analogía, de seme­janza. La palabra clave en esta definición es analogía, pues es precisamente este fenómeno el que otorga a la me­tá­fora su capacidad expresiva y sugestiva. La intuición y la sensibili­dad perso­nal de cada escri­tor le permiten hallar entre los infinitos aspectos de la realidad ciertas analogías -es decir, parecidos, se­mejanzas, sorpren­dentes y originales; se produce de este modo una especie de identificación inme­diata entre elementos original­mente no relacionados, de la cual se desprenden las potencialidades expresivas de este tropo.
Nuestras vidas son los ríos Es llave la cortesía
que van a dar en la mar para abrir la voluntad;
que es el morir y para la enemistad,
(Jorge Manrique) la necia descortesía
(Lope de Vega)
¡Amapola, sangre de la tierra;
amapola herida del sol!, Cerró su boca de ballena el piano
boca de la primavera azul, y él anduvo hacia atrás,
amapola de mi corazón hacia el silencio
(Juan Ramón Jiménez) (Pablo Neruda)
Un tipo de metáfora especialmente impor­tante es la sinestesia. Se trata de una metáfora en la que la sustitución del término propio se produce en el ámbito de las sensaciones; dicho de otro modo: la sensación que normalmente debería expre­sarse mediante un elemento sensorial tomado de un sentido se expresa mediante otro elemento sensorial que no corresponde lógicamente a dicho sentido.
La sabrosa olor de las flores El verde tierno de los árboles
(Gonzalo de Berceo; gusto-olfato) (Gabriel Miró; vista-tacto)
Con terciopelado estruendo La campanada blanca de maitines
(Luis de Góngora; tacto-oído) (Manuel Machado; oído-vista)
Un tipo muy frecuente de metáfora es la personificación o prosopopeya, que consiste en la atribución de cualidades propias de los seres animados a los seres inanimados o abstractos, o bien la atribución de cualidades humanas a los animales o los seres inanimados.
Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada.
(Gustavo Adolfo Bécquer; los términos personificados son metáforas)
6.8. Alegoría: consiste en una imagen continuada a lo largo de un texto, que va traducien­do al plano metafórico cada uno de los componen­tes de una esfera real. La alegoría se distingue de la metáfora continuada en que en ésta no hay una equivalencia miembro a miembro, sino que los elementos de la imagen se presentan en forma más difusa. La alegoría se ha utilizado con frecuencia a lo largo de la historia, y no sólo en la litera­tura, sino también en las artes plásticas, para hacer inteligibles conceptos abstractos que resultan difíciles de comprender. Así ocurre, por ejemplo, con los autos sacramentales de Calderón, en los que los conflictos entre ideas abstractas se representan teatralmente mediante personajes que encarnan figuras alegóricas (la Justicia, la Fe, la Gracia, etc.) Veamos un ejemplo moderno de texto alegórico:


Miré tus ojos sombríos bajo el cielo apagado.
Tu frente mate con palidez de escama.
Tu boca, donde un borde morado me estreme­ce.
Tu corazón inmóvil como una piedra oscura.
Te estreché la cintura, fría culebra gruesa que en mis dedos resbala.
Contra mi pecho cálido sentí tu paso lento.
Viscosamente fuiste sólo un instante mía,
y pasaste, pasaste, inexorable y larga.
Te vi después, tus dos ojos brillando
tercamente, tendida sobre el arroyo puro,
beber un cielo inerme, tranquilo, que ofrecía
para tu lengua bífida su virginal deste­llo.
Aún recuerdo ese brillo de tu testa som­bría,
negra magia que oculta bajo su crespo acero
la luz nefasta y fría de tus pupilas hondas,
donde un hielo en abismos sin luz subyuga a nadie.
(Vicente Aleixandre. A lo largo de todo el poema aparecen una serie de metáforas que sugieren constantemente la analogía entre la mujer amada y una serpiente. De hecho puede decirse que el significado del poema gira en torno a dicha relación, que se dispone en forma de alegoría)
Muy relacionado con la alegoría se en­cuentra otro fenómeno literario, la parábola, que puede conside­rarse figura retórica, pero también un subgénero narrativo. Se trata de la narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación, una verdad o enseñanza moral. Como ejemplos muy conocidos de parábolas se po­drían señalar las que incluyen los Evangelios.
6.9. Símbolo. Este es uno de los conceptos literarios más difíciles de definir. Podemos decir que se trata de una entidad que representa algo distinto de sí misma. La relación entre el símbolo y lo que significa puede ser muy variada; hay símbolos puramente arbitrarios y convencionales (los símbolos matemáticos y lógi­cos), pero también existen otros que basan su sentido en algún tipo de relación intrínseca, metonímica o meta­fórica (la cruz como símbolo del Cristianismo, el olivo como símbolo de la paz, etc.). En teoría literaria la palabra símbolo suele designar el objeto que se refiere, que remite a otro objeto, pero que también reclama atención por derecho propio, en calidad de representación.


El símbolo tiene una clara relación con la alegoría y con la metáfora. Cuando el símbolo lle­va inheren­te un significado constante y determina­do, se aproxima a la alegoría (el ciprés como símbolo de la muerte, el lirio como símbolo de pureza, la bandera como símbolo de un estado, etc.); no obstante, el símbolo se diferen­cia de la ale­goría porque aquél no traduce miembro a miem­bro una esfera real, sino de modo conjunto. Por otra parte, puede decirse que todo símbolo es una metáfora, aunque no toda metáfora sea símbolo; la diferencia entre uno y otra reside en el carácter insistente y repetitivo del símbolo, que contrasta con la flexibilidad creati­va y significativa de la metáfora. De hecho, cuando una metáfora se repite persistentemente como presentación a la vez que como representación, se convierte en símbolo, e incluso puede convertirse en parte de un sistema simbólico (o mítico).
El símbolo, en su plasmación literaria, suele presentar un carácter difuso y nebuloso, vago e indeter­minado. De aquí que el significado de los símbolos sea multívoco más que unívoco, y que se preste con frecuen­cia a interpretaciones diversas y aun divergentes. Veamos algunos textos que manifiestan elementos simbólicos.
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía,
mientras él mi último despojo traga
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le amaga.
(Miguel de Unamuno; el buitre ‑entidad material‑ evoca una realidad no material, la angustia del poeta, que no obstante no queda concretada)
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.
(Jorge Guillén; en este poema la esfera simboliza claramente la perfección del mundo, idea subra­yada por la presencia constante del campo semántico de la redon­dez, de la esfericidad, perceptible en muchas palabras del texto. Otro símbolo es la rosa, que re­presenta la belleza y el centro de un mundo perfecto)


6.10. Ironía o antífrasis: consiste en decir algo de tal manera que se entienda lo contrario de lo que las palabras parecen indicar; el contexto, las circunstancias peculiares del discurso o los datos comunes que conocen emisor y receptor dejan bien entendida la verdadera inten­ción de las palabras. Esta figura es uno de los recursos esenciales del humorismo; por otro lado, se utiliza muy a menudo en la lengua coloquial, como expresión de la burla, el humor o el simple ingenio. La intención irónica aprovecha los recursos de gran varie­dad de figuras para conseguir sus propios fines: dilogías, calam­bures, paradojas, litotes, énfasis, perífra­sis, pregun­tas retóricas, comparaciones, metáforas, alegorías, etc.
Los ejemplos de ironía son prácticamente infinitos, pero quizás los más evidentes sean aque­llos tomados del lenguaje coloquial y de situaciones comunes de la vida. Así, por ejemplo, dice el profesor a una clase re­voltosa e indisciplinada: "¡Pero qué bien os estáis portando!"; o un marido a su mujer, reprochándole una comi­da insípida o mal cocinada: "la verdad es que conozco cocineras mejores"; o una chica a una amiga, hablando de la falta de higiene de un conocido: "ese individuo deja un perfume muy delicado a su paso".
La ironía que el hablante dirige contra sí mismo recibe el nombre de cleuasmo:
Tan campante, sin carrera,
no imperial, sí tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
(Rafael Alberti)
Una variedad de la ironía, caracterizada por el tono amargo, mordaz, cruel e insultan­te, es el sarcas­mo. También es muy frecuente en la lengua coloquial, y recurso común del llamado "humor negro".
Gocemos, sí; la cristalina esfera
gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
del mundo hermoso, que al placer convi­da?
Brilla radiante el sol, la primavera,
los campos pinta en la estación florida.
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?
(José de Espronceda. Toda la estrofa es irónica, porque en ella el poeta parece alabar la be­lleza del mundo, cuando lo cierto es que esa belleza aparente le resulta insoportable. Pero la ironía se transforma en sarcasmo cruel y doloroso en el último verso)


6.11. Eufemismo: se trata de la sustitu­ción de una palabra o expresión que se considera incon­venien­te, prohibida, "tabú", por otra social­mente más adecuada. En la lengua coloquial abundan los eufemismos: inviden­te por ciego, pasar a mejor vida, en vez de morir, muchacha o interina, en vez de criada, productor, por obrero. Los tabúes cambian constantemente de acuerdo con factores históricos, sociales, económi­cos, culturales, geográ­ficos, religiosos, etc., y por tanto se desarrollan constantemente nuevos eufemismos y desaparecen otros.
El fenómeno contrario al eufemismo es el disfemismo, que consiste en el empleo de una palabra vulgar o inconveniente en vez del término normal: estirar la pata en vez de morir, matasanos, en vez de médico, mis viejos, en vez de mis padres, etc.
6.12. Arcaísmo: consiste en la utilización de una expresión antigua o desusada en vez de aquélla que corresponde al momento histórico en que se expresa el hablante o el escritor.
¡Fuerzas, cielo, porque al vella
querré matalla y mordella
y eso sería delatalla!
¡Juro a Dios que he de miralla
y escuchalla sin vendella!
(Pedro Muñoz Seca. A pesar de las apariencias, se trata de una obra de este siglo ‑La venganza de don Mendo‑, que parodia los dramones en verso mediante el uso de abundantes y cómicos arcaísmos, propios del teatro del siglo XVII)
6.13. Neologismo: es el fenómeno opuesto al arcaísmo. Se trata en esta ocasión de utili­zar una expre­sión novedosa, es decir, una creación lingüística reciente. Palabras como "litrona", "guay", "software", "zapp­ing", son claros neologis­mos. A la hora de señalar tanto los arcaísmos como los neologis­mos debe tenerse espe­cial cuida­do, ya que en muchos casos las palabras aparente­mente antiguas o recientes no lo ­son en­ ab­soluto. La correcta interpretación de los neologismos y arcaísmos exige, fuera de los casos muy claros, co­noci­mientos muy precisos de historia de la lengua y de la literatura.
BIBLIOGRAFÍA
DÍEZ BORQUE, José María, Comentario de textos literarios (Método y práctica), Madrid, Editorial Playor, 1990.
ESTÉBANEZ CALDERÓN, Demetrio, Diccionario de términos literarios, Madrid, Alianza, 1996.
FERNÁNDEZ, Pelayo H., Estilística, Madrid, Ediciones Porrúa Turanzas, 1984.
GENETTE, Gérard, Figuras, Barcelona, Lumen, 1989.
MARCHESE, Angelo y Joaquín Forradellas, Dic­cionario de retórica, crítica y terminología literaria, Barcelona, Editorial Ariel, 1989.
MAYORAL, José Antonio, Figuras retóricas, Madrid, Editorial Síntesis, 1994.
SPANG, Kurt, Fundamentos de retórica, Pamplona, Eunsa, 1979.
[Procedente de www.lenguaensecundaria.com]

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